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jueves, agosto 11

Nadie me quita lo bailado... con Paul McCartney


Me desperté, ya sin fiebre. Incluso mi temperatura era de 36, lo cual es muy bajo según mi mamá. Comí una tostada, me bañé y me puse un polo con la foto de Paul y la frase "all we need is Paul", un jean con bolsillos grandes para poner adentro celular, cámara y baterías, y unas converse amarillas (tal vez no tenga importancia la ropa que usé, pero para mí todo lo que pasó ese día es completa y enteramente importante). Me senté en la mesa a hacer mi cartel con un plumón negro. Me quedé ahí. No estaba segura de qué ponerle. De lo que escriba ahí iba a depender que logre el sueño más loco de mi vida. Era todo o nada en ese cartel. Entonces, pensé que simplemente debía ser sincera "my dream is to dance with you". Ni más, ni menos.

Debía estar ahí a las 11 a.m. y, obviamente, llegar con tiempo por la multitud, el tráfico; es obvio, por si acaso. Entonces doblé el cartel sin dudar mucho, lo metí en mi morral morada junto con las pastillas que mi mamá había dejado al lado por si me sentía mal durante el día. Y listo. Eso era todo. Bajamos los 5 pisos de mi edificio y nos paramos al frente a esperar un taxi.

Entonces estaba sentada al lado de una ventana con mi mp3 casi reventándome los oídos. No lo sentía. Quería más volumen. De más está decir que escuchaba exclusivamente música beatle. Me sentía mejor que nunca. Era como si lo supiera, y eran los nervios de no saberlo. Pensaba en todo y en nada a la vez: pensaba en toda la gente que se alistaba para el concierto, pensaba en abuelos, padres e hijos alistándose, pensaba en los chicos del MMT, pensaba en llegar, pensaba en John, en George y en Ringo, y a la vez no pensaba en nada más que en Paul.

No me acuerdo si llegamos rápido o tomó mucho tiempo. Pero recuerdo que bajamos del carro y pisé tierra. Había mucha gente. Mi mamá y yo caminamos hacia el comienzo de la cola para preguntar qué debía hacer con lo de la prueba de sonido, por dónde entrar, a dónde debía ir. No sé, el punto es que el comienzo de la cola estaba muy lejos, entonces caminamos mucho. Nos mandaron hacia la puerta del estadio y cuando llegamos nos dijeron que volvamos, que la información de la prueba estaba por el final de la cola. Mi mamá se puso nerviosa porque perdíamos tiempo. Sin embargo, era temprano y la calmé. Volvimos al final y nos indicaron una especie de cabaña donde había un grupo pequeño de gente. Nos acercamos. Un cartelito decía "Soundcheck". Ahí era. Ahí tenía que estar yo.

Había gente muy agradable. Una señora venezolana; una pareja argentina, Silvia y Javier; una ecuatoriana, Johana; otra pareja argentina; un señor colombiano; otra peruana más, Evelyn. En fin, eramos un grupo. El grupo privilegiado. Empezamos a conversar y quedamos en algo: "todos estamos juntos, todos nos cuidamos, nos apoyamos". No existía, por ningún motivo, un aire competitivo y hostil. La idea era divertirnos juntos y que todo salga bien para todos.

Hicimos el chequeo y nos dieron los pases con nuestros nombres. Los colgamos en nuestros cuellos. Ya debíamos ir entrando. Ya debíamos recorrer ese camino largo que iba más allá del comienzo de la cola. Ese camino que era una pista vacía al lado de la inmensa cola, hasta la puerta del estadio. Mi mamá ya debía ir a la cola, y se despidió de mí con el rostro lleno de "sé lo importante que es esto para ti, Aixa". Me dijo "diviértete", pero fue un "diviértete" cargado de mucha energía. Energía positiva. Yo entendí detrás de esa palabra el verdadero mensaje: "sé que vas a bailar con él". Lo vi en sus ojos. Fue como si ella supiera que la siguiente vez que me vea (que sería en unas horas) mi vida habría cambiado por completo.

Mientras íbamos hacia la puerta por ese ancho camino de cemento, empezamos a conversar y terminamos yendo juntas Johana (ecuatoriana), Evelyn y yo. Y sí, ese camino fue el camino más eterno que pude seguir, fue mucho más importante que cuando caminé tímidamente al salón de la Católica a dar mi examen de admisión. Fue el mejor camino que pude pasar en mi vida. Caminamos mucho, pero ninguna casi lo sintió.

Entramos al estadio, tomando fotos, grabando videos. Haciéndonos amigas. Ya adentro, pudimos conversar con más gente. La pasé demasiado bien, todos eran buena vibra. Siempre lo digo: así es la gente beatle. Estábamos en un salón todo negro, con mesitas y sofás, y con música de The Beatles. Salvador Heresi, el alcalde de San Miguel, estaba por ahí. Me encontré con chicos beatle que conocía sólo por Facebook. Me reconocieron, los reconocí, y nos saludamos como cualquier amigo. Tomábamos fotos, nos reíamos, nos conocíamos.

La señora venezolana (por más que intento, no recuerdo su nombre) se encontraba sentada, inmóvil. Nos dijo que estaba completamente anonadada, pues después de todo el tiempo de escuchar a The Beatles y de todo el esfuerzo que le tomó comprar una entrada para Paul, no lo podía creer. Sé que no lo pueden entender, porque no puedo transmitir mediante un blog lo que esa señora me transmitió a mí. Pero tenían que haber visto sus ojos perdidos, sus sentidos perdidos en aquella música suave que invadía el cuarto. Es eso de saber todo lo que implica y significa ver a un beatle, y que esa música probablemente es el soundtrack de toda su vida.

Pasaron unos chicos con bandejas y nos ofrecieron, primero, unos rollitos de espinaca con queso derretido y jugo de maracuyá. Sí, así es, tal como lo leen. No lo probé porque como había estado mal esos días preferí no arriesgarme, sin embargo los demás me dijeron que sí estaba rico. Luego, pasaron Risotto al pesto, eso sí comí ya que la combinación no se veía tan extraña. Y bueno, ¡me encantó! Nos invitaron brochetas de verduras, muy ricas también. Como Paul promueve el vegetarianismo, no había nada de carne o pollo.



Entra Brian, la mano derecha de Paul, la persona más cercana (luego de su familia) a él, y nos dice que vayamos saliendo, que hagamos una cola.

Yo creo que en ese momento no sentía nada. Tipo... nada. Era nada. Porque toda mi ansiedad era opacada por la inmensa calma que el momento me transmitía. Porque mis nervios eran opacados por la gran felicidad. Porque... nada, todo era un sueño. Todo era neutro. Todo en mi organismo y en mis pensamientos encontró su punto de equilibrio.

Nos revisaron a uno por uno que no tengamos cámaras profesionales, que no tengamos armas y todas esas cosas. Luego entramos en fila de uno al estadio. Yo nunca había estado ahí, se veía tan bonito. Bajamos las gradas con cuidado y nos ubicaron en la segunda zona. Yo caminaba directo al punto al que debía ir, ni más ni menos.



Johana, Evelyn, Jorge y yo cogimos el medio. Johana puso una frazada (muy linda, por cierto) del Abbey Road colgando de la reja que dividía el campo. Jorge sacó un póster de Paul. Y yo saqué mi cartel. Conversábamos. Algunos se tomaban fotos con Brian y Shelly, su novia, quienes caminaban delante de nosotros. Yo ya no podía hacer mucho. Yo ya no conversaba mucho. Yo... yo sólo ya estaba ahí. Era todo.



Escuchamos que dos chicas de seguridad dijeron "en 4 minutos sale" y fueron los 4 minutos más largos de mi vida.

Entonces salió. Salió. Así no más. Como si entrara a la sala de su casa. Sólo salió. Sin luces, sin humo, sin un previo anuncio. Paul salió caminando, conversando, y todo el mundo aplaudió, gritó. Sentí que la señora venezolana lloraba, que se secaba los ojos. Lloró con sólo tenerlo al frente. Todos gritaban su nombre, con esa esperanza de que él voltee y tan sólo cruce una mirada contigo. Yo no grité. Yo lo miré. Y lo miré más. No quería perder un sólo segundo.


Se remangó la camisita celeste y dijo "Hello!". Todos gritaron "Hellooooooooo". Yo pronuncié un "hello" tembloroso. Y por fin grité. Paul dijo "Hello, Shelly!". Ella le respondió el saludo con la mano. Evelyn gritó "Hellooo Evelyn" y Paul la miró y la imitó con un sonido gracioso. "¡¡¡TE IMITÓ UN BEATLE!!!"

Y comenzó a cantar. Y comenzamos a cantar con él. Y comenzamos a bailar. A llorar. A vivirlo. Johana, Evelyn y yo cantábamos "we love you, Paul yeah yeah yeah" con la melodía de She loves you, cada vez que había un gran silencio.

Yo cantaba con tanta felicidad que casi había olvidado que tenía un cartel en las manos. Yo no pensaba "se me acaba el tiempo, ojalá que me suba". Yo sólo quería que nunca se acabe ese momento. Yo sentía que recién habían pasado unos segundos.

Paul vio el cartel de Johana y le preguntó "what do you want to sing with us on stage?". El público gritaba "besame mucho" y ella dijo "anything". Paul repitió "anything". Vio mi cartel, al lado y dijo "I think you wanna dance too!".

(Por cierto, lamento si no soy exacta acerca del momento, cuando un beatle está a unos metros de ti, tu cerebro colapsa y aunque intentes retener los momentos en recuerdos, es algo difícil.)

Miré a Johanna y le dije "¿escuchaste?", sí, señores, ya estaba temblando.

Sin embargo, Paul continuó cantando como si todo hubiera quedado ahí. ¡Pero no! pues luego de un par de canciones pronunció: "I'll sing with you on stage" le dijo a Johanna seguido de, no lo recuerdo bien, escucho la grabación pero no logro entender mucho lo que dice, pero es algo como "blablabla and I'll dance with you".

¿A mí? ¿A MÍ?

entonces escuché la frase que cambió mi vida:

"The three girls over there, come here"

con su dedito señálandonos. Ah. Lo que fue ese momento. Lo tengo grabado en mi retina, en mi mente y en mi corazón.

Evelyn, Johana y yo. Sí, sí, sí. Era a nosotras.

Escogidas por un beatle.

Solté el cartel y al caminar cayó en el suelo, y lo pisé, se rompió. Seguí caminando. Estaba atrás de Johanna y Evelyn que caminaron un poco más rápido. Brian se nos acercó y nos pidió que nos calmemos, que caminemos lento. Eso hicimos. Johanna le pidió a Brian que la agarre de la mano. Entonces caminamos. Mis lágrimas comenzaron a salir. Me refiero, era incontenible. Era ese llanto que sale sólo en algunas ocasiones. Me llevé la mano a la boca, la cubrí y lloré en silencio yendo hacia el escenario.

Subimos.

Había cables en el suelo. Las piernas me temblaban, aún recuerdo la sensación. Y no, no es una expresión, de verdad me temblaban. Estaba Brian Ray justo a nuestro lado. Con el respeto a sus fans, no me interesó. Levanté la mirada y estaba a unos tres metros quien me importaba. Estaba a tres metros por quien daría la vuelta al mundo para verlo dos horas más. Estaba a tres metros quien me canta todos los días al despertar y antes de dormir. Estaba ahí Paul McCartney, tocando Lady Madonna sentado al piano. Lo miré paralizada.


Se veía tan real.

Brian nos habló antes de acercarnos a él y nos dijo que estemos tranquilas, que no hagamos ninguna locura, que lo respetemos porque si hacíamos algo fuera de lugar nos iban a sacar del estadio. Lo dijo todo en buena onda, comprendiendo al mismo tiempo nuestros rostros (mi cara sobre todo JAJA) y nuestra emoción. La verdad, yo casi no escuché nada de eso porque apenas tuve a Paul tan cerca me quedé viéndolo sin perder un bendito segundo de ese momento.

Las piernas me temblaban más. Nunca me habían temblado así.

Evelyn volteó, me regaló una sonrisa magnífica y le dije "no sé cómo voy a bailar si las piernas me tiemblan demasiado". Entonces Brian nos interrumpió (la mejor interrupción de mi vida) y nos dijo "vayan, diviértanse".

Entonces caminamos en dirección a Paul. Lady Madonna ya había terminado. Yo no entiendo ese momento aún. Lo estoy escribiendo y mis ojos están rojos y llenos de lágrimas. Ha pasado casi un año, y recién me siento algo lista de escribir acerca de esto, y estoy acá con el corazón latiendo cada vez más fuerte al escribirlo. ¿Por qué? Porque sé todo lo que significó ese momento, porque no se trata sólo de ver a un artista y pedirle su autógrafo. Hubo muchas cosas detrás de ese suceso, detrás de ese sueño.

Lo vi.

Sé que sería genial explicarles lo que sentí, pero no encuentro las palabras.

Es Paul. Paul McCartney. No puede pasar un día sin que oiga su voz. Me enamoré de toda una leyenda, de una época, de toda la beatlemanía desde el primer instante en que oí Hey Jude, esa canción que absorbe todas mis energías cada vez que suena. Es Paul. La persona que cambia mis días y que genera en mí toda clase de sentimientos y sensaciones. Es la persona que siempre mantengo cerca a mí sólo con su voz, con sus melodías. Sólo eso. Su voz. Sus canciones.

Y ahora lo tenía ahí. En carne y hueso. Voz. Canciones. Carne y hueso. Él. Paul. Había soñado tanto con él que, quizás en mi subconsciente, lo consideré como una idea abstracta, fuera de este mundo, un mundo efímero. Y lo vi ahí, como una persona... normal, como un mortal; fue verlo dentro de este mundo, en mi mundo. Era real.

Ya había dejado de llorar. El momento era demasiado grandioso para derramar una lágrima.

Ya. Estaba ahí. Bajó el micrófono porque estaba muy alto para nosotras tres, que somos muy bajitas. Y le preguntó a Johanna y a Evelyn sus nombres y les dijo que se presenten con el público. Luego me vio.

Sí, esos ojos verdes se posaron en los míos.

Qué ojos tan grandes, y tan verdes. Me miraron. Me miró Paul McCartney. A los ojos. Esa es la imagen que quedó mejor grabada en mi retina, la tengo perfectamente guardada en mis recuerdos como si fuera una foto: su cara a unos centímetros de la mía, sus grandes ojos posados en los míos, un poco agachado para estar a mi altura, su impecable cabello castaño, su carita, los pliegues de su rostro, su camisa... dios mío, sus ojos posados en los míos.

Nadie me podía quitar eso. Nadie nunca me lo podrá quitar.

Me extendió la mano y le di la mía. "Hello". Le contesté. Me dio dos besos como saludo. DOS BESOS. Yo pretendía darle uno (por la costumbre) pero él se acercó para uno segundo. Si me mantuve consciente porque sabía que cada segundo iba a ser mejor.

Sentí demasiado respeto. Sé que fue por eso que no me lancé a abrazarlo y decirle "gracias". Fue porque haberle tocado la mano ya era demasiado regalo para mí. Fue porque no quería incomodarlo, porque quería respetarlo. Fue por eso que, sin darme cuenta, le dije todo, todo, en una mirada.

Entonces dijo "we are going to sing Get Back, ok?" Nos preguntó si queríamos esa canción. Obviamente. Cualquier canción. La que sea. Y nos dijo "ok and we are going to dance too!". Ahhhh. Decir que fue perfecto no es suficiente.

Cantamos. Nos miraba. Me miraba. Me miraba y cantaba conmigo, como si yo fuera John Lennon. Era cantar a dúo con él. Volteaba y sus hermosos ojos se dirigían a mí y cantaba y asentía. Y yo cantaba con él, y asentía con él, y lo miraba. Asentía como si yo hubiera compuesto la canción con él. Como mi cómplice. Como si me dijera "lo estamos haciendo bien".

Cantamos más. Yo cantaba cada vez más feliz. Y bailamos. Bailamos con él. Yo sentí una locura entre cuatro. Se puso como nosotras. Era Paul McCartney bailando igual que nosotras. No importaba nada más. Di vueltas. No me importaba nada. Prácticamente estaba flotando. Puse en práctica la hermosa frase "baila como si nadie estuviera viendo".

Fue perfecto.

Una amiga me dijo "¡imagina que te hubieras caído!". Incluso así hubiera sido perfecto. Quizás Paul me habría levantado (?. No lo sé. Yo sólo sé que con él ahí, nada iba a ser malo.

Y así fue. Terminamos de bailar, de cantar, y yo tenía tantas cosas en ese momento en la cabeza. Era como si quisiera aferrarme a ese momento que se iba de mis manos como se escapa la arena entre los dedos cuando la aplastas mucho con el puño. Y me acerqué a él (entienden, me acerqué a un beatle), no muy segura de qué hacer.

Tenía un plumón indeleble en mi bolsillo. Le pedí que me firme. Le mostré mi brazo, lo tocó. Y me dijo que sería mejor en el polo, para que no se borre. Buscó un lugar para firmarme pero mi polo, por delante, era todo estampado. Entonces cogió mi hombro y me firmó atrás.


Y, lo crean o no, disfruté cada milésima de segundo. Cada instante en el que ese plumón recorría mi espalda trazando su linda firma, empezando por la P...




Él caminó para su derecha y nosotras para la izquierda. Yo iba detrás de Johanna y Evelyn. Brian nos recibió antes de bajar. Quería que nos calmemos antes de volver a reunirnos con el público. Para variar, yo empecé a derramar lágrimas como no lo había hecho nunca antes. Johanna se sentó en el sueño porque no podía sostenerse. Brian me preguntaba "are you ok?" y yo asentía. ¿Si estaba bien? Mejor que nunca, por favor, tan bien que no hubiera querido estar en otro lado ni en otro momento por nada en el mundo.


Luego bajamos y todos los que estábamos en la prueba de sonido fuimos hacia la primera fila para esperar el concierto que sería para todos. La gente se nos acercó. Nos abrazaron, nos tomaban las manos. Nos tomaban fotos. Nos felicitaban. Henry me dio un abrazo muy fuerte, tenía en la cara una sonrisa tan sincera. Yo no podía dejar de llorar. Johanna se volvió a sentar en el pasto, no podía estar parada. Yo andaba de aquí para allá. Lloraba. Me hablaban. Lloraba. Nos tomábamos fotos. Jorge se quedó a nuestro lado todo el tiempo, muy feliz por nosotras también.

Le envié un mensaje a mi mamá que decía "BAILE CON EL MAMA". Así, exactamente así. Yo no podía hablar. Pasó un rato. Llamé a una amiga, una de las pocas que estuvo apoyándome desde el primer momento en que se rumoreó la venida de Paul, y luego de escuchar su "¿aló?" le dije "oye, bailé con él" y la poca calma que sentí que había conseguido se desvaneció y volví a llorar al teléfono mientras le hablaba. Se alegró mucho, me felicitó y le dije que debía colgar. Estaba demasiado tensa, shockeada, nerviosa, feliz, anonadada, etc. Colgué y recuerdo perfectamente la imagen de Evelyn que llamaba a alguien y gritó "bailé con Paul McCartneeeeeeeey" y comenzó a correr en círculos. Estupendo. Johanna seguía sentada, mirando a la nada.

La gente ya había comenzado a entrar. Nos preguntaban por Paul. Nos felicitaban algunos.

Fui al baño a quitarme el polo, ya que ahora ese polo ya no es simplemente un polo, sino EL polo y no quería sudarlo durante el concierto. Me lo quité, lo guardé en mi morral incaica, y me puse mi casaca. Salí y volví a mi lugar.

La gente seguía entrando y el estadio se llenaba cada vez más. Evelyn, Johanna, Jorge y yo nos sentamos a conversar. Nosotras estábamos como en otro mundo.

Mi vida acababa de cambiar, y el concierto recién iba a comenzar. Debíamos esperar un poco menos de 4 horas, pero... ¿esperar qué? ¿acaso había algo más de lo que acababa de suceder? Para la gente recién comenzaba esto. Para mí, puta madre, para mí, mi día estaba hecho, mi sueño, recién cumplido. Y aún me esperaban 3 horas más de concierto cerca de él. ¿Algo mejor que eso? No, no lo creo.

Cada vez había más gente y nos tuvimos que parar para asegurar bien nuestros sitios. La música de pre-show fue excelente. Nosotras seguíamos bailando, y cantábamos tan fuerte como podíamos. Era una fiesta, sí, eso era. Todos celebraban. Pasó Brian y nos dijo "you are Paul's official dancers!". Listo, cada segundo se ponía mejor.

Y ya. De un momento a otro, como suele ser, se apagan las luces, y al prenderse Paul sale al escenario. Sale, y vuelve a estar ahí, frente a mí, a un par de metros: primera fila, justo al medio, la mejor posición.

Y saluda al público. Saluda a Perú.

Y entonces pronunció la frase que resumió toda la travesía que pasé desde aquel momento, en el 2008, en que me mandaron un mensaje al celular que decía "dicen que va a venir uno de los beatles a Lima"...

"Por fin estoy en Perrú"

Y al escuchar esa frase, en menos de un segundo, mi cabeza tuvo mil flashbacks, como ya mencioné, desde aquel instante en que recibí ese mensaje al celular, cuando enviaba mensajes a los empresarios, cuando buscaba noticias, cuando tomé un avión destino a Buenos Aires para buscarlo, cuando El Comercio desmentía y confirmaba rumores, cuando vi la conferencia de prensa, cuando confirmaron su concierto en Lima oficialmente, cuando vi el video de Paul que decía "amigos de Perrú", cuando salí a las 3 am a hacer cola para comprar las entradas, cuando tuve la entrada en mi mano, cuando salí de clases para conseguir la entrada al soundcheck, cuando escribí mi cartel, cuando soñaba todos los putos días con conocerlo y poder darle las gracias, día a día, cuando por fin lo tuve, ese mismo día al frente de mí y pude tocarle la mano... todo todo se resumió en verlo tan cerca de mí diciendo "por fin estoy en Perú"... Sí, Paul, por fin. Todo lo que sentía en mi corazón era un gran "por fin".

Sentí que él sabía lo importante que era para esas 50 mil personas tenerlo ahí. Que así como yo pasé por muchas cosas para verlo, miles de personas más también lo hicieron.

Por fin. Por fin, estabas aquí, en Lima, en mi país.


Y comenzó una melodía que no reconocí. Que, creo, nadie reconoció. Y después de un segundo se convirtió en Hello Goodbye, grité muchísimo, era Hello Goodbye. Hacía unos días le había dicho a Marco "no creo que la toque... pero ojalá". Y todos gritaron. Creo que nadie se lo esperaba. Por dios, ¡era Hello Goodbye!

Y cantamos como locos.

Paul nos miraba a Johanna, a Evelyn y a mí. Sí, ya sé, seguro miraba a todo el mundo. Pero no, a nosotras nos miraba de una manera especial. Nos miraba porque sabía que éramos nosotras. Asentía la cabeza, y cantaba con nosotras. Le mandábamos besos. Sus ojos se posaban en nosotras. Nos miraba. Nosotras le mandábamos más besos y él nos ponía gesto de agradecimiento. Y nos miraba. Sí sí sí sí, nos miraba. Nos cantaba.

Y así seguía lo que fue y seguirá siendo el mejor concierto de mi vida...

En Live and let die, los fuegos artificiales fueron espectaculares, el fuego que salía del escenario me quemó la cara. Sí, sentí el calor, la energía de esa canción en mi cara. Quemó.


Fue excelente. Salté, bailé, canté, grité, le mandé besos, reí, lloré, lo miré y lo miré hasta que tocó The End y se despidió. Y desapareció. Y de un momento a otro ya no estaba ahí.

Fue el mejor concierto de mi vida. El mejor. El mejor día de todos.

Para salir, me encontré con mi mamá y nos fuimos con Jorge, Evelyn y Johanna. Recorrimos el largo camino de regreso junto a toda la gente, y cuando vimos un poco de ciudad, buscamos algún sitió para comer. Moríamos de hambre. Nos metimos a una pollería, Pardos creo que era, y estaba repleta. Toda la gente había salido con hambre, al parecer, y todos los sitios se veían muy llenos. La lista de espera no era muy grande así que nos quedamos. Pedimos pollo a la brasa pero se había terminado (sí, así de llena estaba), así que pedimos pollo a la plancha.

Eran tipo 2:30 am o más, me imagino, y caminamos un poco más para conseguir un carro.

Y así fue. Volví a mi casa. Me senté en el sofá verde de mi sala y pensé "bailé con Paul McCartney". Saqué mi polo, lo contemplé y me quedé inmóvil con los ojos llorosos.

Se había terminado.

Al día siguiente la gente del cole, de la cato, de Argentina (MMT), y de distintos lugares, me felicitaban y me mostraban la alegría que sentían por mí. Estoy tan agradecida con cada uno de los que me dijeron algo acerca de aquella experiencia. Tener amigos como ustedes, que se hayan alegrado tanto por mí, hizo que todo sea aún más perfecto. Lo primero que pensé fue "puta madre, estoy rodeada de la mejor gente de todo el planeta" -y no rodeada física, sino sentimentalmente-, de verdad gracias por todas esa buena vibra que me mandaron, hicieron que todo sea más hermoso.

Sé que en ese momento a veces respondí cortante, y a casi nadie -sólo a mi mamá y a dos amigas en persona- le conté con detalles lo que había pasado. Lo que sucedía era simplemente que me encontraba en shock. No pude relatarlo por msn, ni por skype, ni por teléfono cuando alguien me quería llamar para que le cuente.

Sencillamente no sabía cómo reaccionar, no sabía qué contestar. Acababa de estar con un beatle. Y sólo sentía tremendo momento tan cerca de mí y todo el cariño con el que me trataban mis amigos y cómo es que compartían esa felicidad conmigo. Una amiga me dijo que parecía mi cumpleaños, y sí, era verdad. No lo había notado hasta que me lo mencionó. Estaba demasiado agradecida con Paul, con ellos, con mi familia, con la vida. Mucho para este corazonsito.

Y después de 11 meses me atrevo a escribir sobre ese maravilloso 9 de mayo, un lunes, y mis lágrimas han caído con algunos de los párrafos que acaban de leer. Escribir es recordar y recordar es volver a vivir...

Como me dijo Omar, "todo fue mágico y, lo mejor de todo, fue real".

domingo, mayo 15

Domingo 8 de mayo - Llegada de Paul McCartney a Lima

Domingo 15 de mayo. Estoy sentada en mi cama escuchando The song we were singing frente a mi computadora. Pensé "ya es hora de escribir algo" y, debo admitir que hace varias horas estoy en lo mismo. Es que es díficil salir del estado de shock en el que me encuentro, pero, por fin, comencé a tipear.

Y el sueño comenzó.


Empecemos con la mañana del domingo 8 de mayo. Me desperté a las 6.20 am con dolor de cabeza, pues el día anterior tenía fiebre de 38.5, en mi celular tenía dos mensajes: uno de Alejandro y uno de Omar. Ambos, personas increíbles que conocí por el amor a The Beatles, me decían que ya estaban en el aeropuerto y que me apure. Alejandro me dijo que tenía cartelitos de bienvenida para Paul que me podía dar y Omar que le mensajee cuando llegue porque me estaba guardando un sitio entre toda la multitud. Lo primero que hice al levantarme fue coger el termómetro (la verdad no sé por qué, porque de todas formas yo iba a ir al aeropuerto a recibir a Paul) y tenía 36.2. Mi mamá dijo que ahora mi temperatura estaba muy baja. Pero bueno. Me cambié, cogí mi polera y salí al aeropuerto con Frey y mi mamá. Llegamos y de lejos ya pude ver toda la gente que estaba en la puerta de llegadas internacionales, llamé a Omar y traté de ubicarlo. Antes de encontrarlo, vi a Alejandro y me dio la banderita del Perú y un cartel que decía "Welcome Paul".

Cuando estuve con Omar, me hizo pasar entre la gente y nos quedamos un muy buen rato mirando la puerta que decía "Llegadas internacionales". Hacía sol. Conocí también a Danny, un amigo de Omar y los tres nos pusimos a conversar sobre The Beatles y Paul, y The Beatles, y John, y George, y The Beatles, y Ringo, y así. Frey y mi mami se quedaron por otro lado, con Manuel y Ale, una parejita muy linda que también fue a recibir a Paul. Pasaron un par de horas, eran como las 9 am y yo me comencé a sentir muy mal. Sentí mucho dolor de cabeza y debilidad en todo el cuerpo. Me cogí de la reja y pensé "voy a aguantar". Pero luego de unos minutos me di cuenta de que no. Iba a ser peor si me desmayaba. Entonces les dije a los chicos que mejor me iba del tumulto y volví con mi mamá. Me senté bajo la sombra de un auto atrás de toda la gente.

"Me siento mal" a lo que recibí un "Pero si se nota, estás demasiado pálida". Era verdad. Mis labios no tenían color. Alejandro y Omar me mensajeaban para avisarme sobre los rumores "Paul ya llegó a Lima, está haciendo trámites", "Paul llega a las 10 am", "Dicen que ya se fue", "No, va a aterrizar en 15 min". Yo tenía la presión baja. Mi mamá me dijo que me eche en el suelo porque así el cuerpo vuelve al estado normal. Entonces lo hice. Tenía un algodón con alcohol (sí, fui preparada) para las nauseas pegado a mi nariz. Los camarógrafos comenzaron a tomarme fotos. La gente pensaba que me había desmayado de la emoción o algo así. "Estoy mal desde ayer, no es por Paul". "¡No importa!", me dijeron. Y un ambulante me puso una vincha del concierto sobre la cabeza, yo muriendo y ellos haciendo prensa. Jajajaja, me causó gracia.

Omar me dijo que vuelva, que parecía que dentro de poco Paul iba a pasar por esa dichosa puerta. "Me siento muy mal, me da miedo desmayarme" le dije. Y recibí un "cualquier cosa nosotros te cargamos". Fue uno de los muchos momentos en los que me di cuenta de la buena suerte que tengo por haber conocido a gente tan beatle (sí, porque recién lo conocí en persona ese día tan especial para ambos). Me dijo también que me tome una Coca cola y pensamos que era buena idea. Frey fue a comprarme una (tan tierna ella, de verdad muchas gracias, sin ti no sé qué hubiéramos hecho) y yo me quedé con mi mamá y un montón de gente al lado esperando al gran beatle. Frey llegó con un mixto y una Coca Cola, el pan me dio nauseas apenas lo vi, pero la Coca Cola me hizo mucho bien. Cuando me pude parar, logré ver que los VIPS se iban muy cautelosamente hacia la parte contraria de donde estaban todos los fanáticos. "Acá hay algo raro" pensé. Sí, era todo como una persecusión, era todo detectivesco. Como una película. Y llamé a Omar y me dijo "los VIPS y los policías se están yendo por otro lado, avísame cualquier cosa". Listo, uno iba a avisar al otro. Yo me seguía sintiendo mal. Llamé a Alejandro y le avisé "los policías se han ido por otro lado, hay que estar atentos". No muchos se habían dado cuenta.

Y yo seguía sintiéndome mal.

De pronto, juro que fue de la nada, pasaron muchos muchos carros rodeados de policías y la gente se volvió completamente histérica. Se pararon sobre los autos. SOBRE LOS AUTOS. Y se tiraron sobre esa gloriosa Porsche ploma que fue, desde ese momento, el indicador de la presencia de nuestro ídolo. La gente se caía delante de los carros y yo me quedé inmóvil, me sentía debil y todos comenzaron a empujarme. Histeria total. Estaba presenciando en vivo el fenómeno más grande de todos los tiempos: la Beatlemanía.

Vi sólo la luna polarizada de aquella camioneta. Se escuchaba por todos lados "TE AMO PAUL" "PAAAAAAAAAAAAUL" "PAAAAAAAAAUL!!!!" "TE AMOO PAUL". Omar llegó corriendo a mí junto a Danny y los dos me dicen "¡¡¡Lo toqué!!!" ¡¡¡¿LO TOCARON?!!!" me sentí demasiado feliz por ellos. Los felicité. De verdad, me sentí tan feliz como si hubiera sido yo la que lo hubiera tocado. Tanto así que a todos los que conocía les decía "¡¡¡Mis dos amigos lo tocaron!!!", era inevitable.


No teníamos mucho tiempo y, al igual que todos, mi mami, Frey, Omar, Danny y Alejandro, corrimos a coger el primer taxi que pase por ahí para llegar al hotel en el que Paul se hospedó. No importa el precio, subimos. Yo sólo podía decir "Lo tocaron, ¡¡¡lo tocaron!!!". Para esto, me sentía mucho mejor. La adrenalina le dio fuerzas a mi cuerpo. Danny me dijo, en un estado de shock,

"hay segundos que marcan tu vida".

Entonces una amiga que estaba en el hotel llama a Alejandro y escuchó gritos. Paul había llegado. Paul llegó y alzó una bandera peruana. Hizo una reverencia, saludó y entró al hotel. Y nosotros seguíamos en el taxi.

En fin, se supone que Macca iba a saludar por el balcón de la suite presidencial. Llegamos al Miraflores Park Hotel y ya había bastante gente también. Se veían banderas colombianas, argentinas. Esperamos y esperamos.

Y esperamos más.

Algunas horas más.

Frey, Omar y Danny se fueron porque, como saben, era el Día de la Madre y hay compromisos a los cuales debían asistir. Mi mamá quería irse también. Pero yo no quería, de verdad no quería.

Llega un carrito al estilo moto taxi lleno de flores y con un cartel que decía "HAS EL AMOR, HOLA PAUL". Sí, decía "has". ¡Bien peruano! Puso macca música a todo macca volumen y todos comenzamos a macca bailar. Me encantó que pase eso porque reanimó a toda la gente que estaba cansada bajo el sol. Reanimó a mi mamá.




Nos encontramos con una de sus amigas y su hija que también estaban, como buenas fanáticas, esperando el balconazo de Paul.

Llegó la dichosa Porsche ploma, carro que fue nuestro delirio ese día, y unos cuantos policías a la puerta del hotel: Macca iba a salir. Los policías movieron a la gente para dejar el espacio libre. El espacio por el cual, suponíamos, Paul iba a pasar. Sin embargo, como dije, solo eran suposiciones. Entonces había dudas. La gente no sabía si pararse a la derecha o a la izquierda del hotel (la idea era estar en el lado por el que Paul iba a pasar). Las amigas de mi mamá se fueron a la derecha pero yo quería estar a la izquierda.

"Mamá, vamos para allá, yo siento que va a salir por ahí".

Entonces nos fuimos, y la policía comenzó a liberar la calle, puso a todos detrás de una reja. Mi mamá me dijo que caminemos como si no fuéramos fans, que caminemos sólo como si estuviéramos pasando. Era arriesgado. Si nos íbamos muy atrás y Paul salía por la derecha ni siquiera lo iba a poder ver saliendo de la puerta. Pero ya, era cosa de elegir y ver si tenías suerte. Entonces seguimos caminando como yéndonos a otro lado. Había unas cuantas personas por ahí y nos dimos cuenta de que estábamos cerca a la puerta trasera del hotel. Disimulamos, obviamente: hay Macca para todos, pero mejor si somos menos.

Comencé a conversar con dos chicos, Francisca y Sebastián, y entre nosotros nos avisábamos cualquier sospecha (sí, esto parece un poco de una serie policial pero es que... ¡ASÍ ERA!). Los tres corríamos detrás de cada camioneta que parecía ser la Porsche ploma. Bueno, en realidad vigilábamos todos los carros que pasaban por ahí, por si acaso. Vimos que llegaron algunas personas (parecían importantes) y entraron por la puerta trasera del hotel. Todo indicaba que Paul iba a salir por ahí. Nos sentamos al lado de esa puerta. Conversábamos.

"¿Mamá, te quieres sentar?"
"Me quiero ir"

Bueno. Eso me dejó totalmente fría y dije "parece que ya me tengo que ir".

Caminé con ella. "¿Qué hora es?" me preguntó. 2.18 pm. "Puedes quedarte hasta las 2.30, te lo dije" No. No mamá, después de haberme contestado así delante de ellos. Ehh, no.

Teníamos que ir a ver a mi abuelita por el Día de la Madre. Yo amo a mi abuelita y a mi mamá. Y muchos que lean esto podrán pensar "no seas egoísta, Aixa" pero, en serio, esto era cosa de una vez en la vida. Yo quería quedarme. Quería quedarme sola aunque sea, que mi mamá vaya a ver a mi abuelita y yo la alcanzaba en un rato. Le planteé esa opción antes pero me dijo que no. Mientras nos íbamos me dijo "ya si quieres quédate" pero, ustedes entienden, fue como el famoso "haz lo que quieras" que significa "no lo hagas".

Entonces nos fuimos.

Increíblemente volví a sentirme mal. La fiebre me subía. Llegamos a la casa de mi abuelita, la saludé, la apachurré, y me dormí en el sofá. Mi mamá me despertó y fuimos a comprar otra Coca Cola para tener energías. Fuimos a mi casa. Me sentía horrible, me dolía la cabeza demasiado.

Entré al Facebook y ¿saben qué?.... Paul salió por la puerta trasera (por la puerta en la que yo estaba parada) 15 MINUTOS DESPUÉS DE QUE ME VAYA. 15 MINUTOS. Francisca y Sebastián lo llegaron a ver, estuve tan cerca.


Me puse a llorar. No podía ser posible. Mi mamá me decía "mañana tú vas a bailar con él" pero igual no pude evitar llorar. Ir a la prueba de sonido no te garantiza nada. Sólo te garantiza verlo dos horas más que los demás. Qué hago. Qué hago. Vuelvo al hotel. Era obvio: tenía que hacerlo. Omar me dijo que le avise si iba para acompañarme (me pareció genial), entonces le dije. Oriana me dijo por msn que también iba y quedamos en encontrarnos.

Cogí una polera, compré otra Coca Cola y al hotel con mi mamá. Llegamos tipo 8.30, había mucha gente frente al hotel aún. Nos fuimos de frente a la parte trasera. Alejandro estaba en la parte de adelante y me iba avisando todo lo que pasaba por mensajes de texto. De nuevo, éramos unos cuantos fanáticos en la parte de atrás (aunque éramos más que en la tarde). Entre los que estaban, yo conversaba con Oriana, su mami, su tío Pepe, Omar, mi mamá y un chico que era muy gracioso. Era muy gracioso porque de cada 10 palabras que decía, 6 eran lisuras, pero era divertido. No sé, no sonaba vulgar, sino divertido. Era flaquito y divertido. Todos nos reíamos con él. Nos dijo "Yo vi al Paul de cerquita, porque llegó al grupo 8 y yo trabajo por ahí, entonces puta que me escabullí y lo vi.... la concha su madre vi al Paul!!!!" A mí me encantó. Nos contó que se iba a Red Carpet y, como le conté que iba sola, me dijo que cualquier cosa le avise para unirme a él y su grupo. Era genial, ese día me crucé sólo con gente linda.

Todos conversábamos pero seguíamos atentos. Nos contaron que, como ya mencioné, Paul no llegó al aeropuerto sino al grupo 8. "Pero nosotros lo vimos en el aeropuerto" dijimos (¡¡y mi amigo lo tocó!!). Resulta que el sencillísimo beatle había tomado ya su camino para el hotel, pero como le avisaron que había mucha gente esperándolo en el aeropuerto, quiso volver y pasar por ahí para no decepcionar a los fans. ¿No es un amor?

Seguíamos hablando de Paul y los mensajes de Alejandro decían cosas como "la policía está saliendo". Yo seguía atrás. De pronto pasa una Porsche ploma, se acabó, todos corrimos hacia ella. La camioneta comenzaba a bajar la velocidad y una chica se paró frente a ella con un cartel inmenso. Creo que lloraba y gritaba "Paul". La camioneta subió la velocidad... ¿qué? todos comenzaron a correr. La seguían. Vi un carro detrás y pensé que era para despistar entonces esperé el siguiente carro. Pero no. No era. Todos comenzaban a especular: mejor vamos adelante, mejor nos quedamos acá, otros corrieron detrás de la camioneta a toda velocidad.

Alejandro me envía un mensaje "Paul está en recepción, lo estoy viendo!"

PAUL ESTÁ ALLÁ MI AMIGO LO ESTÁ VIENDO. No más especulaciones. Y corrí tan rápido como no lo hacía hace tiempo. Sentí que la gente comenzó a correr detrás de mí. Llegué. Pero llegué tarde. Soy prácticamente enana y los de adelante me taparon. No lo vi.

Me sentía frustrada, pero lo disimulé, obviamente, nada ni nadie podía malograrme, ni malograrle el día a los demás. Paul estaba en Perú, respirando el mismo aire que yo. Eso era suficiente.

En fin, nos quedamos esperando el balconazo que nunca se dio. Nos quedamos hasta las 11 y pico. Me comencé a sentir muy mal y me di cuenta de que ya era hora de irme. Iba a ser peor si es que al día siguiente estaba mal y ya me había arriesgado bastante para no conseguir verlo. Listo. Era hora de volver, no seas terca Aixa, pensé.

Llegué a casa y me sentía realmente mal. Tomé otra Coca Cola. Tomé pastillas. No hice el cartel que quería hacer para que Paul lo lea y me llame al escenario. Decidí hacerlo al día siguiente temprano. Necesitaba dormir. Y quería con todas las fuerzas del mundo que al día siguiente esté completamente curada.

Vamos. Vamos. Cúrate. Mañana es el día más importante de tu vida.


Resumen:
- Estuve rodeada de gente muy buena, muy beatle: Alejandro, Omar, Danny, mi mamá, Frey, Oriana, su mami, su tío Pepé, Francisca, Sebastián, Martha (la amiga de mi mamá), Alicia, y, en general, personas con las que crucé palabras, o quizás sólo miradas, compartiendo un mismo sueño.
- No pude ver ni tocar a Paul. Me sentía frustrada, pero mantuve la sonrisa todo lo que pude. Lloré en mi casa.
- La fiebre me mataba. Sólo pude ignorarla cuando Paul estaba cerca.


(En unos días sale la entrada del día siguiente, el día del concierto, calientita como el pan)

martes, abril 5

Nos vemos el 9 de mayo, Paul



Llegué a mi casa y entré a Internet para buscar noticias nuevas. Lo primero que hice fue entrar a Facebook por inercia y me habían etiquetado en un video. Sí, bueno, el video era de Paul, pensé que se trataba de un reportaje o algo así, y lo puse a cargar mientras hablaba con mi mamá. Cuando el video comenzó, vi a Paul diciendo "Hey, amigos de Perú" y puse una mano sobre mi boca. Y empecé a llorar. No podía -no puedo- creerlo, fue demasiado chocante para mí, además porque no esperaba que el video se trate de eso, de Paul saludando a Perú. Mi mamá se rió y se puso a verlo conmigo.

Sí. Viene un beatle a Lima.

Ahorita no tengo muchas palabras para expresarlo. Aunque quizás sean suficientes sólo dos: por fin.

lunes, noviembre 15

Paul McCartney, gracias ♥ (concierto)

Eran ya las 9 pm, hora programada para que Paul McCartney ya esté frente a nuestros ojos, podía ver la emoción de la gente en sus rostros y escuchar frases como "¡vení Paul, vení!" o "¡el sueño de toda mi vida!". No sé cómo, no recuerdo bien el momento, si estaba sentada o parada o hablando con mi mamá o viendo la hora, sólo sé que de un instante al otro, Paul estaba ahí. Sí, Paul estaba ahí cantando Magical Mistery Tour y yo estaba saltando y cantando "Rooooll up, roll up for the mistery tour, roll up and that's a invitation". Empezó con una canción tan simplemente espectacular que, en lugar de llorar (como pensé que haría), en lugar de asimilar la maravilla que tenía en frente, me sentí en la fiesta más grande de toda la historia.

Y así, continuó con el tema Jet. Tema que tiene un coro por el cual yo moría por cantarlo con miles de personas: "JET! uuuuuhhhhhh uhhhh JET!". Me quise volver loca. Y no era la única: Sir Macca ya había hecho estallar a todo el estadio. Para luego volver a tocar una pieza bastante beatle: All my loving, del álbum With The Beatles. Era la tercera canción y yo ya no sabía qué hacer: después de haberla escuchado en tantos tributos, esta vez era él.

Como cuarta pieza, sonó la melodía, que seduce a cualquiera, de Letting go. Una canción de las menos conocidas, una canción con una letra que a mí me parece grandiosa. Y, para darle un giro de 360° al ambiente, tocó Drive my car, otro tema muy beatle hecho para ser bailado (lo demostramos una vez más ese día), y Highway.

No sé si estábamos listos para tremendo impacto, para tremendo juego con nuestros corazones, para escuchar las mejores canciones de la historia en vivo y SEGUIDAS, todas juntas. No hay corazón que resista, pero no interesaba eso, todos estábamos felices así. Y de esa manera, volvimos a dar un giro de 360° y escuché los primeros acordes de Let me roll it. Una chica escribió en la página de Facebook "si tengo que morir mañana, que sea de un Let me roll it directo al corazón" y sí, dicho y hecho: esa canción me dio en el corazón, hizo conmigo lo que le dio la gana. Y en mi cabeza sólo era Paul y ese Let me roll it. "My heart is like a wheel"

Luego vino la encantadora pieza The long and winding road, seguida de Nineteen Hundred and Eighty Five y Let'em in. ¿SE DAN CUENTA? No me explico cómo sobrevivimos a cada maravilla musical que se nos presentó una seguida de otra.

Mientras sonaba la última canción mencionada, volteé a ver la pantalla (muy cercana a mí), en la que se veía a Paul súper grande, y justo él miró de frente. Yo sentí que me miró a mí. Él cantaba y yo sentí que me cantaba a mí. Sí, lo sentí: fue para mí.

Y ahí fue cuando salieron mis primeras lágrimas.

Cuando llegó el momento de cantar My love, Paul dijo "esta canción la hice para mi esposa, Linda". Y, sentado al piano, hizo la magia que sólo él sabe hacer:

Don't ever ask me why
I never say goodbye to my love.
It's understood.
It's everywhere with my love
and my love does it good

Los ojos se le pusieron llorosos y yo me quedé paralizada, impactada, con los ojos bien abiertos y fijos en él. Hipnotizada por su amor y su música. Y por el recuerdo de Linda.

Entonces, vino el intro melancólico de I've just seen a face y poco a poco, junto a la voz de Sir Macca, volví a cantar con un "I can't forget the time or place where we just met". Luego, como una pequeña sorpresita, tocó Bluebird, pieza que no hacía sonar hace mucho, y And I love her, un tema muy beatle, seguido de Blackbird. Al escuchar los primeros segundos de este último, sentí la energía de todos, cerca al colapso sentimental "¡BLACKBIRD!".

Volteé a ver a mi mamá: la vi sentadita, con la mirada en Paul. Y les juro que era la mirada más risueña que he visto, la mirada más hipnotizada, y la sonrisa de no poder creerlo. Ella estaba quieta, inmóvil, y me dijo algo como "qué increíble" (la verdad, no lo recuerdo bien) para luego mencionar la frase con la que me identifiqué: "siento que me canta a mí".

Paul dijo "Escribí esta canción para mi amigo John" y luego de unas barras para Lennon con las que Macca sonreía, dijo "Some for John" y se dio lugar a uno de los mejores momentos de todo el recital: Here today. Y fue ahí cuando salieron mis lágrimas por segunda vez.


Creo que el estadio entero en las dos fechas se quebró con esa canción. Con la letra. Con los ojos de McCartney. Con la presencia de Lennon.

El concierto del día anterior pasó algo bastante bonito al momento de cantar Here today. Paul dijo "This is a song that I wrote for John and it's in the form of a conversation that we didn't have.", alguien del público grita "¡JOHN VIVE, PAUL!" y Paul, emocionado, le contesta "YEAH... OH YEAH!".

Y durante la canción, se le quiebra un poco la voz. Es realmente conmovedor.

Y, como ya dije, hubo un tremendo juego con nuestros corazones, así que la siguiente canción que tuvimos el privilegio de oír fue Dance Tonight. Everybody's gonna dance tonight, everybody's gonna feel alright. La siguiente pieza fue Mrs. Vandebilt, con su característico "¡oh, hey oh!" hizo que el público se vuelva loco. Más de lo que ya nos había puesto. Y no dejamos de corearlo hasta que comenzó con Eleanor Rigby, una del Revolver, una que simplemente siempre quise oír en vivo.

Paul no podía dejar de rendir homenaje a George Harrison, entonces, sacó su ukelele y comenzó con una de las mejores canciones románticas de todos los tiempos: Something.


Y al cantar "I don't knoooow, I don't know" sentí que el corazón se me salía. Era algo que había cantado tantas veces junto a mi mp3, en mi casa, en el carro, en la calle. Y ahora era ahí frente a él y su ukelele.

También cantó Sing the changes, una canción que siempre me sube el ánimo cuando la escucho, seguida de una de sus mejores obras: Band on the run. Con esa sí exploté. Band on the run es, sencillamente, UN TEMÓN. No sé cómo explicarlo... pero eso sí que era maccamanía.

Luego, Paul dijo que esta es una canción que nosotros debíamos cantar, que de hecho podríamos cantar solos, ¡que la cantemos! y escuché el divertido papapapa de Obladi Oblada. Canté lo más fuerte que pude. Es una de las piezas más polémicas de The Beatles, pero a mí me gusta. A mí me encanta. Y a todos en el estadio también. Se escuchó el coro bastante fuerte por todo el estadio. Una y otra vez.

Sir Macca comenzó a saludar a todo el público y mi mamá y yo aprovechamos para levantar el gran cartel que decía "I came from Peru only to dance with you". Cuando Paul miró hacia nuestro lado, se detuvo un ratito a leer el cartel y mandó un beso (!!!!!). No sólo me hizo el día, me hizo el año, me hizo la vida.

Entonces, Paul siguió con una canción que adoro y, la verdad, yo no esperaba escuchar: Back in the USSR. ¡No lo podía creer! Era un beatle cantando frente a mí BACK IN THE USSR. Al no poder procesar semejante hecho histórico, canté como una condenada. E hice lo mismo con las siguientes canciones, I've got a feeling y Paperback writer. En ese momento no sabes qué hacer con tanta perfección entrando a tus oídos.

Y así como homenajeó a Harrison, también a John Lennon. Fue cuando cantó A day in the life, canción que muchos consideran la mejor obra de The Beatles, y Give peace a chance, haciendo recordar al mundo lo que promovía Lennon. Se sintió demasiado lindo cantar junto a otras 75 mil personas "all we are saying is give peace a chance", de alguna manera John no era el único soñador, ¿no?

Paul, todo tiernito, nos dijo que ya era hora de ir a nuestros hogares. Que debíamos ir a dormir y y él también. "IT'S TIME TO..."


Nosotros dijimos NOOOOO y él dijo SIIIIII y nosotros NOOO y él SI SI SI y nosotros NO NO NO y no sé: me encanta. Además, se divertía tanto cuando lo imitábamos, jugaba con eso y hacía chistes y el público se moría de ternura.

Felizmente, el show aún no terminaba.

De nuevo Paul sentado al piano, nos hace el honor de apreciar Let it be en vivo. Y aquí me quiebro por tercera vez. Estamos hablando de un beatle tocando el piano. Estamos hablando de Paul McCartney tocando let it be frente a nosotros. ¿Se dan cuenta de la magnitud? Lloré y canté y todo mi mundo se redujo a eso. Vi su carita y unos ojos llorosos en ella.

Era demasiado para mí. Ya no sabía qué hacer, hasta que sonaron los primeros acordes de Live and let die, y todos estábamos con los nervios por explotar. La gente ya temblaba, estaba a punto de colapsar. Sí, era esa la canción en la que debían salir los fuegos artificiales, y el fuego, y las luces, y la locura. Luego de un "but if this ever changing world in which we live in makes you give in and cry" espectacularmente pasó: SO LIVE AND LET DIE! y el fuego salió... y todo River estalló.


Sentí el calor del fuego en mi rostro. Sentí que mi piel quemaba . Tanto fuego cerca, tanta energía junta, enloquecí.

Entonces llegó el momento que más había anhelado yo: Hey jude. Me quedé completamente en shock. Era su voz cantandonos "Heeeey Jude, dont make it bad". No lo podía creer, eso no podía estar pasando. Pero sí, sí era él y era yo mirándolo, escuchándolo. Y sí, era yo quien empezó a cantar "at any time you feel the pain, hey Jude, refrain, don't carry the world upon you shoulder". Sí, bendita sea, era yo. Y era él ahí. Y sí, era Hey jude. Entonces un "na na na na na na na naaaaaaaa" y comencé a vivir en carne y hueso lo que había visto en miles de videos de youtube, en dvd's, en mi imaginación.

Viví lo que había soñado desde que empecé a escuchar The Beatles.

Y en un instante, emití un "na na na na" que se quebró por mis lágrimas.

Y listo. Toda esta experiencia se puede resumir en esa maravillosa canción. Porque para mí es la mejor canción que pueda haber escuchado todo ser humano, y aunque muchos me digan que es muy sencilla, poco experimental, para mí encuentra la belleza máxima en la sencillez. Para mí esa canción lo es todo. Así de simple.

Paul se fue del escenario y todos lo quisimos retener. Sabíamos que aún faltaban unas canciones más, y volvió con un alegre Day Tripper que me hizo delirar, seguido de la dulzura de Lady Madonna.

Sir Macca dijo "Muchas gracias" con su adorable acento británico e hizo algo que logró que lo ame aún más de lo que ya lo hago. Se miró la palma de su manito y leyó en ella algo cual niño pequeño, y nos dijo "ustedes son buena onda". Me derretí. Me derretí. Me derretí. Nos contó que de 11 años él estudiaba español y nos lo quiso demostrar:


Y, ¿saben qué? me volví a derretir.

"Do you want a Get back?" YEEEEEEEEES "Do you want a get back?" YEEEEEEEES "Me too!" fue lo que dijo para introducir la canción Get back. Pieza que puede hacer saltar al mundo entero.

Luego tuvo lugar el broche de oro: Yesterday. Creo que no necesito explicar nada, ¿cierto?

Y ¿quién dice que Paul no toca música fuerte? Pues un buen Helter Skelter demuestra todo lo contrario. Como ya dije, juegan con nuestro corazón: luego de un hermoso Yesterday el cerebro se nos destroza por la emoción de escuchar Helter Skelter. Así es, magnífico tema que manifiesta todo el talento de The Beatles, de Paul, y de su capacidad para la música. Excelente, una canción que todos deben escuchar en vivo antes de morir.

Finalmente, como todo concierto, llegamos a las últimas canciones: Sgt. Pepper's Lonely Hearts club band y The end. Saltamos todos como unos condenados pues ya sabíamos que Paul se iría del escenario en unos minutos. Viví esas dos canciones al máximo, hice energía con los demás beatlemaníacos y, la verdad, fue un locurón.

Sir Macca presentó a la banda, todos se despidieron. Y de la misma manera en la que Paul apareció en el escenario, de un instante al otro, ya se había ido. Volteé a ver al estadio entero: todos inmóviles. Comenzamos a caminar, algunos con mucha tranqulidad, otros comentando el recital, otros llorando. Y caminamos, y caminamos. Y mi mami y yo nos encontramos con María para ir juntas al hotel. Felipe se perdió y se tuvo que ir en taxi, felizmente llegó bien, eso es lo importante. Una vez echada en mi cama, no lo podía creer. Todo fue veloz: "hace una hora estaba frente a un beatle, ahora estoy aquí, en mi cama", me dije:

"Aixa, has visto a un beatle. Has visto a Paul"

y empecé a llorar.

Todo pasó tan rápido, tan espectacularmente rápido, que me dediqué a vivirlo, a alocarme, disfrutarlo, y no me tomé el tiempo para asimilarlo. Para pensar un rato. ¡Vamos! ES PAUL MCCARTNEY, luego iba a haber tiempo para pensar. Me desperté al día siguiente y pensé "¿ha sido verdad?". Llegué a Lima el sábado 13 y seguía sin creerlo. Vi fotos, escuché su música y lloré de nuevo. Fue tan maravilloso, fue tan rápido, que simplemente parece un sueño. Un lapsus fuera de mi vida.

Hasta ahora que vuelvo a ver los videos, las fotos, que escucho su música, y leo comentarios de la página de facebook (que aún nadie se atreve a dejar) me sigue siendo inevitable llorar.

Paul McCartney te lleva a sentimientos encontrados. Te llena completamente en tres horas, completamente. Te deja tranquilo por el resto de los días e intranquilo por pedir más. Te deja pensando "¿Y ahora qué?". Ver a McCartney es más que suficiente: ya no pido más. Sin embargo, al mismo tiempo, es tan grandioso, que te deja con una necesidad: volverlo a ver.

Es un poco notorio:

A mí este recital me marcó.

A mí los beatles me marcaron. Y es que su música es tan bella que atemoriza. Su música es algo que me da paz y no me deja en paz. Paul McCartney me marcó. Paul cambia mis días, me transmite algo que ningún otro artista ha podido hacer. Mantiene vivos a los beatles, música que no es de los 60s, sino mas bien, música de la historia: música extemporánea.

Y verlo no tiene precio, esta experiencia es algo que le voy a contar a mis hijos y luego a mis nietos. Y que, sin embargo, nadie que no lo haya vivido lo podrá entender. Hace unos días leí "Perú merece ver a un beatle" y sí, es una gran verdad. Todo beatlemaníaco merece vivir esto. No que se lo cuenten, no es lo mismo. No fue lo mismo cantar Hey Jude con Paul McCartney que cantarlo con un dvd.

Sólo me queda decir una cosa: Gracias, Paul. No sólo por el recital, gracias por esas maravillosas canciones. Gracias por prender mi alma e hipnotizar todos mis sentidos.

Y gracias mamá, fue por ti principalmente que viví esto.